La Conferencia - La Conferencia (II)

El levitador se había ido vaciando estación tras estación, ya solo quedaban nueve personas en su mismo vagón. Xeix paseó distraídamente la mirada por los rostros de los otros pasajeros, todos con un elemento en común: el visor.
Un par de muchachas al fondo del vagón comentaban entre ellas algo muy gracioso que acababan de ver. A su lado una mujer de unos 50 años trataba de concentrarse en lo que estaba visionando a pesar de los cuchicheos de sus acompañantes. En sus ojos se vislumbraba la profesionalidad de quien está acostumbrado al visor. Alguien capaz de mantener una conversación mientras con un ojo está trabajando y con el otro viendo su programa favorito. Un poco más cerca estaba sentado un hombre de cara severa y estirada, ojos apagados y barbilla afilada. Vestía un anticuado traje gris de espiga y unos zapatos a juego. Tan solo le faltaba el paraguas y el bombín y podría haber pasado por uno de esos gentlemen ingleses del siglo XX. Incluso su visor ayudaba a imaginarse el disfraz: un modelo ya pasado de moda con la pantalla redonda que se asemejaba a un monóculo. Xeix apostó a que el hombre estaba viendo el canal económico. A su lado estaba un hombre de color colgado en su asiento, más que sentado en él. A juzgar por los movimientos de su cabeza y los destellos de color que se reflejaban en su pupila debía estar visionando algún canal musical. Detrás suyo había tres personas más, dos hombres y una mujer. Los veía de reojo, pero no podía verles la cara con claridad. A uno de ellos le oía mientras hablaba con su joya sobre una tal Eva que había conocido la noche pasada.
Xeix también llevaba el visor puesto, pero lo tenía apagado y se limitaba a mirar a través de la pantalla. Recordó como de pequeño le gustaba jugar con ese mundo semi-daltónico que tenía delante cuando llevaba el visor. Buscaba un objeto grisáceo, normalmente otro visor, y guiñaba alternativamente los ojos viendo como el objeto aparecía y desaparecía. Ahora está, ahora no, sí, no, sí, no,... Más de una vez le habían llamado la atención, su tutor le había dicho que no estaba bien molestar a las personas mirándolas continuamente y haciéndoles muecas, que algún día alguien se molestaría de verdad y quizá le castigarían.
Pero Xeix no hizo caso, hasta aquel día en el levitador cuando tenía 15 años.

Sent by Xose Sent by Xose on 09/29/2003 at 03:10 GMT | read 51 times
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