Fantasía - La caida de Sengir


Tal vez te preguntes quién soy, por qué veo cada mañana salir este grisáceo sol, cuál es la razón que hace que esta suave brisa queme mi piel. ¿Fue algo qué hice en vida? No, ya había muerto mucho antes de llegar aquí.

La gente cree que tras la muerte no hay nada, se equivocan. Han pasado 666 años desde que terminé mi primer camino y aún no se decir cuando estuve más vivo. ¿Es posible qué en toda la inmensa eternidad sólo vivamos unos pocos años? Cuando la madera se quema deja de ser madera. Cuando la vida se quema ¿deja de ser vida? Mi experiencia me dice que vida y muerte, como la llamáis los mortales, son dos sendas paralelas que se influyen mutuamente. Los muertos influimos a los vivos de forma claramente consciente. Nuestras decisiones permiten que los mortales os despertéis tranquilos cada mañana. La vida influye en la muerte de otra forma, pues en ella se decide si se es ?bueno? o ?malo?. No obstante sólo un momento de nuestra vida influirá en la siguiente. Al contrario de lo que muchos creen, cuando te plantas ante el juez, no importa tu nombre o tu dinero. Un viejo amigo solía decir que al terminar la partida el peón y el rey son guardados en la misma caja. Pero?no quieres escuchar de mí los desvaríos de un anciano.
He visto cielo y tierra estremecerse ante los pasos de un solo ser, he visto seres sin escrúpulos atravesarse con sus espadas y sin embargo, no puedo olvidar algo tan irrisorio como mi prueba.

No importa lo deprisa que se mueva la luz, porqué cuando llega se encuentra que la oscuridad ya ha llegado y la está esperando. Yo fui la luz, marchaba por mi vida y cuando llegó el momento de mi prueba todo estaba preparado, lo que tenía que decidir en ese momento era si afrontaba mi predestinación o luchaba para cambiar mi sino. Pero en fin? ¿qué pasó ese día? ¿Tomé la decisión acertada? Juzga por ti mismo.
Tenía apenas 27 años y estaba recorriendo el Paris medieval. Delante los cimientos de la actual Notre Dame estaban quemando a una mujer por brujería. Nunca antes me había inmiscuido en los asuntos religiosos pero esta vez se me revolvió el estomago al pensar lo que le hacían a esa mujer. No me lo pensé dos veces, corrí hacia ella y desaté las cuerdas que la mantenían presa. Yo creo que hice bien, pero parece que el sacerdote creyó que también estaba endemoniado y decidieron decapitarme? Lo siguiente que recuerdo es que era un soldado de Dios, un ángel si lo prefieres.

Ese día me gané mis alas. La cuestión que carcome tu alma es saber el por qué acabé aquí. Es sin duda una larga historia. Pero cuando das un paso, la montaña ya no es tan grande. Así pues empezaré a contarte lo que yo considero el principio.
Unos días después de que me ganará mis alas, fui convocado para ser ungido como un soldado del cielo. Lázaro examinó mis cualidades, impasible, sin siquiera parpadear y al terminar me felicitó y me comunicó que había entrado a formar parte de su logia. Qué contar ahora?Recuerdo que pasé muchos años entrenándome bajo su tutela y me convertí pronto en un alumno destacado. Llegué a considerarlo un gran amigo al igual que todos mis compañeros de escuadra.

Un día llegó un emisario de Dios. No pronunció palabra hasta que no llegó Lázaro.
-Lázaro. Por orden de Jehová tú y todo tu ejército debéis prepararos para la tercera gran batalla. Eru será el encargado de dirigiros ante el Maligno. ¡Qué así sea! ? y después de pronunciar estás palabras se esfumó.
- Preparaos, ha llegado el momento de partir ? dijo Lázaro fríamente.

Lo que pasó hasta la gran batalla es una piedra en la inmensidad del planeta. En vida oí historias acerca de las guerras de Roma y vi las cruzadas, pero jamás pude imaginar que tan grandes ejércitos se encontrarían.

El día de la batalla, las legiones sagradas iban a medirse sin piedad ni tregua a los bastos ejércitos del infierno. Llevaba el mismo equipo que llevo ahora. Una armadura de plata que dejaba salir mis alas y una espada de fuego. Este fuego es incapaz de quemar nada que sea benigno y es más tenaz que el más tenaz de los metales. Como está espada había miles, tal vez millones. En la inmensa llanura nuestras armaduras brillaban con los rayos del mortecino Sol que teníamos a nuestras espaldas y las espadas generaban una luz que nos hubiera permitido vencer a la más profunda oscuridad. Había, no obstante, varios ángeles que llevaban distinto atuendo, entre ellos Lázaro. Él, al igual que todos los de su rango, llevaba una túnica con unas palabras bordadas y un casco de oro. Ellos estaban en primera línea de batalla y delante de todo estaba Eru. Éste llevaba una armadura de oro y una capa de color azul. Asentado en una roca contemplaba con frialdad a los miles de demonios que se agolpaban a escasos cien metros. De golpe Lázaro se giró, clavó su espada en el suelo y nos miró.
- ¡Soldados! Compañeros, amigos? Ha llegado la hora de la verdad. Muchos de nosotros no sobreviviremos a esta noche, otros nos saciaremos de cerveza recordando la victoria. Pase lo que pase no podemos rendirnos. ¡HERMANOS! La gloria que consigamos hoy, será recordada siempre. ¡¿Quieren guerra?! ¡Pues aquí nos tienen!
Todos mis compañeros de armas gritaron con fuerza y levantaron sus espadas. En ese mar de júbilo noté una emoción creciente que me impulsaba a combatir. A escasos metros de mí las otras escuadras oían a sus capitanes. De entre todos los discursos que oí recuerdo especialmente el de Fénix a sus tropas.
- ¡Caballeros de Fénix! ¡Compadres alados! Es el momento de luchar a fuego y acero. ¡Las puertas del mañana se abren ante nosotros! ¡Tras esos demonios está la salvación! ¡¿la queréis?! ¡COGEDLA!

La tierra temblaba ante las sucesivas palabras de los capitanes. Los demonios, a su vez, hacían lo propio. En el poco tiempo que llevaba siendo ángel ya había oído hablar de los grandes demonios como Morgoth que ahora se dirigía a sus hombres con una terrible y grave voz.
- Sólo hay algo que pueda matar a un ángel ¡UN DEMONIO! ¡Ha llegado el momento! Bebed su sangre y saciaos de su carne.
Morgoth levantó su espada, era de hielo, aunque supuse que nada podría romperla o fundirla. De golpe Eru llamó nuestra atención:
- ¡Hijos del cielo! Hemos sido enviados para proteger a los mortales. Si caemos nadie se salvará. ¡CHICOS! La muerte nos está esperando para eliminar nuestras almas, yo os digo ¡QUÉ ESPERE UN POCO MÁS!

A izquierda y derecha miles de ángeles gritaron al unísono levantando sus espadas. El cielo se turbo y el Sol se puso, era la señal.
Con un ímpetu desbordante ángeles y demonios empezaron a correr, chocaron en una carga estremecedora. Todos los demonios iban armados con espadas de hielo y llevaban unas armaduras rojas pero de acero. El primer demonio que me encontré no fue un gran rival, frené su espada y tras voltear hundí la mía en su costillar. Toda la escuadra avanzaba posiciones. Frente a mí se plantaron entonces dos demonios. Me costaba mucho defenderme y atacar, mis fintas no servían de nada ya que tenía que detenerme para esquivar sus constantes estocadas. Estaba acorralado y de golpe vino Lázaro y me salvó.
- Gasta más cuidado- me dijo fríamente y volvió a la primera línea donde parecía que tenían más problemas.
Vi el cadáver de un amigo que acababa de ser abatido. Antes de que se esfumara, como habían hecho todos los que habían perecido, cogí su espada. Armado con dos armas ninguno de los demonios  que se plantaban frente a mí duraba más de un asalto. Lázaro me vio, se acercó corriendo y me dijo:
- ¡Corre! Los demonios están atravesando las filas de Fénix.
Corrí junto a Lázaro y llegamos allí. Los demonios de Morgoth estaban causando numerosas bajas. Nuestra llegada avivó los ánimos celestiales, Lázaro y yo estábamos luchando con fiereza e íbamos recuperando terreno. Frente a mí apareció entonces Morgoth. Me miró con desprecio y me señaló con su espada. Empecé a girar mis espadas desafiante y ataqué. Con un rápido movimiento desvió mi ataque y me tumbó con la mano libre. Me levanté furioso y usé todo mi repertorio de técnicas para intentar herirle, fue en vano.
- Nos hemos divertido lo suficiente- dijo Morgoth y dirigió una estocada frontal contra mí. Armándome de valor use mis espadas para realizar una parada en cruz, su espada quedo blocada bajo las mías. Me serví, entonces, de ella como trampolín y me coloqué en su espalda. Sin pronunciar palabra para vanagloriarme hundí mis dos espadas en él. Acababa de eliminar a un poderoso enemigo. Sin tiempo para el regocijo vi a Lázaro. Su espesa cabellera antes negra era ahora roja sangre, estaba en apuros. Rodeado de seis demonios, iba reculando poco a poco. Corrí en su ayuda y juntos nos deshicimos con presteza de nuestros enemigos. Unos minutos después Eru apareció ante nosotros.
- Tenemos que hacer algo para inclinar la balanza a nuestro favor. Estamos muy igualados-  nos dijo. Era cierto a pesar de que ambos ejércitos tenían puntos de avance, también tenían puntos flojos en los cuales perdían terreno
- Intentaremos plantarnos tras sus líneas y acabar con el máximo número de demonios posibles- dijo Lázaro. Cerraron los ojos y colocaron las espadas en sus vainas. Él y Eru empezaron a susurrar algo que no alcancé a oír. De pronto quedaron envueltos en una radiante y blanca luz y se elevaron del suelo. Yo, sin saber como, también. En escasos minutos nos habíamos situado en la retaguardia enemiga.
- ¡ENEMIGOS DE LA LUZ, OS HA LLEGADO LA HORA! ? exclamó Eru.
Ambos desenvainaron y los tres empezamos a mover nuestras espadas como si fueran prolongaciones naturales de nuestros brazos. Los enemigos estaban sumidos en el caos total pues no eran capaces, si quiera, de rozarnos. Seguimos luchando con fiereza exterminando a nuestros enemigos hasta que nos vimos rodeados por un amplio contingente de demonios.
- Esto es un suicidio- grité desesperado
- Tú, confía en mí ? dijo Lázaro mientras se deshacía de un par de demonios.
- Pagaréis caras  todas las bajas que nos habéis causado ? gritó un demonio frente a mí.
- ¡Mirad, los arcángeles!- exclamó Eru
En el oscuro cielo se veía a 4 seres alados moverse con una gracia y agilidad increíbles. Envueltos en una luz dorada miraban hacia abajo en búsqueda de algo. Decidieron descender, uno de ellos se aproximaba a nosotros a una velocidad vertiginosa. Aterrizo entre los tres, el tiempo parecía haberse detenido. La ingente cantidad de luz que desprendía el arcángel se esfumó dejando ver su cuerpo. Era unos pocos centímetros más alto que yo, su pelo era castaño y sus ojos, que en ese momento me miraban curiosos, eran de un verde profundo. Él no llevaba armadura, llevaba una túnica que dejaba ver su esbelta y grácil figura. Sus alas no eran de plumas como las de los demás, eran más bien unos rayos de luz blanca que se agitaban como serpientes sin despegarse de su espalda.
- Retiraos, yo me ocuparé de ellos ? dijo impasible el arcángel.
- Gracias Michel- dijo Eru y junto a Lázaro volvió a susurrar unas palabras. Antes de que pudiera preguntar nos habíamos vuelto a elevar y flotábamos hacia la primera línea defensiva, donde habíamos iniciado la batalla.

- Eru, Lázaro bienvenidos- dijo un ángel cuando llegamos allí, él llevaba también un casco dorado. ? Parece que se retiran. La llegada de los arcángeles les ha asustado.
- Sin el arcángel Michel no estaríamos vivos, ha sido una suerte. ? afirmó Lázaro.
- La suerte no ha tenido nada que ver ? sentenció Eru.
De repente la tierra empezó a temblar y a agrietarse. El cielo, negro noche, se torno rojo sangre. Un ser terrible se abría paso entre las legiones demoníacas. Llegó al frente. Era igual de alto que el arcángel que había visto, pero parecía más fuerte. Su pelo era rubio y enmarañado y tenía una perilla de color castaño. Muchos de los que había a mi alrededor estaban atónitos, me miraban y veían un parecido inmenso con el recién llegado. Éste tenía unas alas iguales a las de Michel y sus ojos eran de un azul oscuro que miraban todo con ira.
- ¿Quién está al mando?- dijo emitiendo una voz tan fría y desagradable que las rocas se resquebrajaban a su alrededor.
- Yo- Eru se adelantó poniéndose el casco.
- No es necesario que te armes si vas a enfrentarte a mí, la muerte te llevará antes de que consigas desenvainar tu espada.
Eru no respondió y empezó a correr hacía el arrogante ser. Éste extendió su dedo índice y de él salió un haz de luz roja que golpeó a Eru en el pecho. Ante la despectiva mirada de la criatura el cuerpo inerte de Eru cayó al suelo. Pero pasó algo que no había pasado con los otros ángeles muertos, su cuerpo empezó a ponerse rojo y se deshizo en miles de brasas y cenizas.
- ¿Alguien más?- pronunció con tosquedad.
Lázaro empezó a andar y se plantó frente a él.
- ¡Si eres tú! Lazarus. No encontraré placer en tu muerte?.-dijo arrogante.
- No me llames Lazarus, pues soy Lázaro y no voy a morir.
- No mientas, sientes como él crece en tu interior e intenta rebasar los patéticos diques impuestos por tu alma.
- Antes de que ocurra eso te habré dado muerte.
- No seas iluso joven. Tú no puedes vencerme ALEA IACTA EST, si me atacas morirás.
- ¡NO! El destino no está escrito, se puede cambiar y juró que haré lo que pueda para vencerte, Lucifer ? dijo Lázaro y acto seguido bajo la cabeza y empezó a decir algo.
- Lazarus?no reniegues de tu sino. Te daré una última oportunidad, se mi siervo y vive bajo mi mando toda la eternidad o muere ahora ante mi poder. Podríamos hacer grandes cosas juntos, no llegas a mi poder, pero me serás útil. ¿Qué me dices?
- ¡Y NO SUCUMBIRÉIS A LA TENTACIÓN!- gritó Lázaro
- Amen ? contestó Lucifer y de su mano salió un haz de luz negra noche.
- ¡LIBRANOS DE TODO MAL!- volvió a decir Lázaro y una esfera blanca se formó alrededor de su cuerpo protegiéndole del impacto. Al esfumarse Lázaro había desenvainado su espada y ya había iniciado su carrera para encontrarse con su enemigo. Lucifer, sorprendido, desenvainó su espada que también era de fuego, pero su fuego era negro. En un movimiento tan rápido que parecía inexistente apartó la estocada de Lázaro y se colocó a su espalda. Éste reaccionó con igual velocidad y paró, sin girarse, la estocada mortal que le lanzó Lucifer. Retrocedieron varios metros y volvieron a la carga, pero está vez había algo distinto, Lucifer ya no estaba sorprendido es más, tenía una sonrisa discreta en su rostro. Lázaro en cambio parecía preocupado. Lucifer era mucho más rápido fuerte y poderoso, lo demostraba en cada movimiento. Finalmente le alcanzó en el costado. Lázaro se retorcía de dolor en el suelo. Se quitó el casco el pelo cayó revuelto por encima su cara tenía una herida en la cabeza y le salía bastante sangre. Clavó su espada en el suelo y haciendo acopio de sus últimas fuerzas se levantó recitando su plegaría.
- El señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace recostar, me conduce a fuentes tranquilas y repara mis fuerzas- Lucifer puso la espada en su nuca- aunque camine por cañadas oscuras nada temo porqué tú estás conmigo.- En ese preciso momento Lucifer hundió la espada en la nuca de Lázaro terminando con su suplicio. Intenté socorrerle pero dos ángeles me agarraban. Reuniendo mis últimas fuerzas me liberé de su opresión y en un acto reflejo clavé mis espadas en sus corazones, los dos se esfumaron al instante. Corrí y agarré el cuerpo sin vida de Lázaro que en ese momento se transformó en ascuas de la misma forma que había hecho anteriormente Eru.
- ¡Me las pagarás!- grité enfadado.
- No seas iluso tu simple poder ni siquiera te permitirá moverte
- ¡Te mataré!
- ¡No puedes!-varios ángeles y demonios se esfumaron con el terrible grito.- Lázaro y Eru usaban magia arcana y no han podido rivalizar con mi poder y tú ni siquiera puedes entender lo que significan sus palabras. Sólo con extender el dedo índice puedo eliminarte.
- ¡Pues hazlo si quieres!- la tierra que me rodeaba se agrieto.
- Tienes potencial, pero soy invulnerable para ti.
- ¡En el nombre de Jehová te mataré!- de golpe ocurrió algo desusado. Como si un río de poder fluyera por mis venas, mis músculos se hincharon, mis alas estallaron y las plumas que las formaban aniquilaron todo ser vivo que tocaron. En mi espalda nacieron entonces esos rayos de luz gelatinosa que se agitaban como serpientes, las mismas alas de los arcángeles y de Lucifer.
- Es curioso, tu poder se ha multiplicado ahora que eres neutral, haces acopio de tu Dios cuando él nunca ha estado a tu lado. ? Pasó una mano por su cabello- ¡Imaginaros un rey que luchará sus propias batallas!- La tierra de su alrededor dejo de existir y estaba flotando sobre un río de lava.  ? Sabes, si te unieras a mí, podríamos hacer que tu poder llegará a rivalizar con esos patéticos arcángeles.
- Uno de ellos me ha salvado la vida.
- ¿No te preguntas por qué te escrutaban esos ojos verdes? Michel ya presentía en ti el mal, pero la piedad le pierde. Él podría haberme matado en una ocasión pero es incapaz de eliminar seres en los que haya un rastro de humanidad. Si no fuera así, con su poder, sería más poderoso que Dios e incluso que yo. Igual que podría haberlo sido Lázaro si no hubiese impuesto esos diques. Michel es el más poderoso de los cuatro arcángeles pero es demasiado fervoroso. Su maestro, Roger, también lo era, hasta que un gran demonio Daniel hundió su espada en sus costillas liquidándolo. Fue curioso ver como mi pupilo liquidó a su maestro y su pupilo liquido más tarde al mío.
- ¡Tus palabras no evitaran mi espada! Me dan igual tus clases de historia has matado a un gran amigo y ¡LO PAGARÁS!
- Sengir, detente- era la primera vez que en esa batalla alguien pronunciaba mi nombre.
- Vaya, si está aquí el rey sin rostro, hacía mucho que no nos encontrábamos, Jehová. ? Me giré para ver al recién llegado. Tenía el pelo blanco y una larga barba. No sabría decir de que color eran sus ojos, pues creo que cambiaban a cada segundo abarcando todos los existentes. Era igual que un humano cualquiera, pero más majestuoso.
- Belcebú, detén esta masacre. Nadie puede vencer- dijo Dios. Su voz, al contrario que la de Lucifer, reparaba las rocas y creaba vida, el cielo tras él era de un color azul intenso.
- Lamento interrumpir esta conversación pero tenemos una batalla pendiente- dije mirando fijamente a mi enemigo.
- Sengir, tú ya no puedes vencerle. ? Apareció entonces Michel que extendió la mano paralizándome.
- Deja que el neófito se divierta. Casi consigo hacer salir a Lazarus, pero con él- me señaló- lo he bordado, ¿no crees?
- Será expulsado del cielo por sus pecados, pero esta batalla no tiene ningún sentido y lo sabes.
- Es curioso, tenemos puntos de vista distintos. Yo encuentro placer en la liquidación de todo.
- Si lo liquidas todo dejarás de existir.
- Ese es un precio que estoy dispuesto a pagar.

Con un grito de ira me liberé del conjuro, Michel salió despedido y yo fui en su caza con las dos espadas en alto. Estaba a punto de clavárselas cuando una esfera de luz dorada se interpuso entre él y yo. La espada que había recogido del suelo se desintegró. La mía en cambio se tornó de color negro como la de Lucifer.  Michel saltó hacia mí dando muestras de una agilidad y una fuerza más allá de lo divino. Chocaron nuestras espadas y yo salí rebotado varios metros. Antes de que pudiera levantarme y ponerme en guardia él ya estaba ejecutando una estocada mortal. Sin saber como, mis alas se cerraron en torno a su brazo y lo lanzaron varios metros hacia atrás. Él, apoyó la mano que tenía libre y con una elegancia  inusitada dió una voltereta y se puso de pie. Me miró sin pestañear, sin alterarse. Un leve corte se abrió en su mejilla y salió un poco de sangre. Sin mediar palabra extendió su brazo y un intenso rayo blanco salió de la punta de sus dedos, impactando directamente sobre mi pecho. Un dolor inmenso recorrió mi cuerpo, me costaba mantener los ojos abiertos. Pero me levanté. Toda mi ira se concentró entones en Michel que me impedía luchar contra el asesino de Lázaro. Uniendo toda mi furia me impulsé contra él con la espada en alto. Nuestras espadas chocaron e hicieron temblar cielo y tierra. Girando sobre nosotros mismo, dimos un nuevo sablazo y al chocar nuestros alfanjes, ridiculizamos el sonido del trueno. Lucifer y Jehová nos miraban atónitos. Hubo cada vez más encontronazos, ambos estábamos aumentando el nivel del combate. Yo estaba luchando más allá de lo que creía que podía hacer. Michel volvió a separarse unos metros de mí para extender de nuevo su brazo. Cegado por la ira mi velocidad aumentó y esquivé el rayo. Por primera vez en el combate, él, parecía turbado. En la intensidad del combate los dos habíamos perdido la capacidad del habla. Volví a la carga, mi enemigo ejecutó una parada con suma destreza y luego me golpeó en el costado con la pierna, salí disparado e impacte en el suelo. Aunque la rabia y el odio habían hecho crecer mi poder más allá de lo imaginable el arcángel seguía siendo más poderoso, o tal vez la sabiduría del tiempo guiaba su mano. Desde su posición, unos cien metros por encima de mí, me miró. En sus ojos verdes había una mirada de compasión y de perdón.
- Michel, si has de matarlo hazlo. ? Dijo Dios y del cielo cayeron relámpagos.
- No te sulfures, pronto terminará todo- afirmó con calma Lucifer.
- Sí, allí vienen ? replicó con voz bondadosa.
- Estás de suerte te han obligado a no luchar ? respondió Lucifer.

En el cielo cuatro formas extrañas cabalgaban encima de unos caballos negros. Sonaban trompetas angelicales que indicaban retirada o tal vez otra cosa. Eran los jinetes del Apocalipsis que venían a reclamar lo que por derecho era suyo. Las almas de los muertos en esa batalla, en esa guerra. Me percaté entonces  de que los dos ejércitos se habían retirado hacía tiempo. La muerte descendió hasta nosotros y bajo de su caballo agarrando con fuerza su guadaña.
- El poder de vuestras almas escapa a mi control. Luchar no servirá de nada y tengo otras almas que recoger. El mal no es más que una sombra del bien, sin la cuál éste no podría existir. Vuelvan a sus tierras y dejen la guerra para los mortales.
Volvió a subir a su corcel y se juntó con los otros tres jinetes. Sin decir nada Dios y Lucifer se esfumaron y yo me dispuse a terminar mi combate con Michel pero entonces quedé apresado por un hechizo lanzado por los cuatro arcángeles a la vez. Me trajeron aquí, donde estoy ahora. El purgatorio, el lugar de las almas malditas. En esta yerma extensión aborrezco la ?inmortalidad? que por desgracia me fue otorgada. Soy demasiado bueno para la tierra del fuego y demasiado malo para vivir en el cielo. Yo soy Sengir y esta es la historia de mi caída.

Sent by dritz Sent by dritz on 06/08/2004 at 11:03 GMT | read 103 times
Comments

La primera parte de la historia me ha gustado bastante. Pienso que presentas muy bien al personaje, sin ir demasiado rápido, dejando que en el lector crezca el interés poco a poco. Hasta el principio de la batalla mantienes el pulso de la historia. Después baja un poco. Para mi gusto, la historia se pierde demasiado en actitudes heroicas, personajes mitológicos y acciones fantásticas. En esa última parte he tenido la sensación de que los diálogos estaban algo descontextualizados, con referencias a temas que no se hablan en la historia.

Comentario Sent by Xose on 06/08/2004 at 21:57 GMT
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